La Ciudad de México es un espacio vivo donde a diario conviven millones de personas que crean un pulso único y añaden algo de sí a la riqueza multicultural de la capital del país. Las tradiciones prehispánicas se combinan con el legado occidental, creando espacios disonantes histórica y estéticamente. A pesar de la acelerada tendencia de los vestigios culturales milenarios a desaparecer presas de la “modernidad”, algunos mantienen sus orígenes y costumbres vivas, reproduciéndolas tanto ideal como materialmente.
El uso de drogas y sustancias alucinógenas en México y Latinoamérica tiene un origen milenario vinculado directamente con actos rituales sagrados. Es la puerta de acceso a un conjunto de conocimientos y saberes ancestrales, únicamente accesibles mediante la alteración de la consciencia. Una experiencia vital que revela la conexión entre el hombre, la naturaleza y todos los seres vivos a través de un sistema orgánicamente interrelacionado, un “todo” que forma la cosmovisión de un pueblo.
La psicodelia nació a partir del redescubrimiento occidental de estas drogas. La utilización moderna de las que tienen potencial alucinógeno data del siglo XIX y diversos personajes de la cultura mundial como Gautier, Balzac, Blake, Poe, Wilde y Rimbaud probaron con este tipo de drogas de una forma experimental y creativa. Existen contados espacios en la actualidad que mantienen aquella resistencia ante el triunfo de la modernidad y el racionalismo. Estos son algunos espacios lisérgicos en la Ciudad de México, que invitan a pensar más allá de las categorías de siempre y rompen con la cotidianidad espacial:
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Nido de Quetzalcóatl
Ubicado en Naucalpan de Juárez, Estado de México, este increíble complejo arquitectónico se encuentra al borde de un barranco. Su accidentada geografía fue lo que llevó a Javier Senosiain, arquitecto mexicano, a concebirla como el nido de la deidad prehispánica que se expandió a lo largo de Mesoamérica: Quetzalcóatl. Alberga diez departamentos orgánicos.
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Salón Barba Azul
Este salón de baile que gozó de una época dorada a mediados del siglo XX, mantiene en buena parte su decoración original y el ambiente que le caracterizó. Las paredes decoradas con llamas y bailarinas exóticas, la serpiente que toma relieve hacia su cabeza, el juego de luces y su ubicación hacen de este uno de los sitios más irreales y psicodélicos de la ciudad, digno de cualquier película lisérgica de serie B.
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Poliforum Siqueiros
Este sitio alberga el mural más grande del mundo: la Marcha de la Humanidad, obra de David Alfaro Siqueiros. A través de la nave octagonal, el muralista relata en una fusión de colores, relieves y formas, la historia de la lucha por la emancipación del hombre y la mujer en la búsqueda de la transformación social, un tema recurrente en los muralistas mexicanos posrevolucionarios. Contemplar el mural desde su centro rompe con las dimensiones del plano y te transporta a un viaje histórico a través de la monumental obra.
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La Ballena Mexicana
Esta casa simula una ballena desde una vista aérea, resultado de la maduración del trabajo de Sinosiain a través de los años, conjuga una fachada con azulejo que recuerda al trencadís gaudiano y su nave principal se conforma de un grupo de cúpulas que forman un parecido con el animal más grande del planeta. El colorido no se limita al exterior y es un elemento fundamental en las habitaciones, creando una combinación armónica con la naturaleza.
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Las Duelistas (Pulquería)
Ubicada en el corazón de México, la experiencia de ir a Las Duelistas es tan deliciosa como extraña. Al tiempo que mantiene el ambiente mobiliario de una pulquería de inicios del siglo XX, las paredes y el techo están llenos de representaciones fluorescentes con motivos prehispánicos hechas con la técnica del graffiti elaborada con pintura de aerosol. Las obras multiplicadas por los espejos acompañadas de un curado con su respectiva botana, harán de tu visita un trance psicodélico muy particular.
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El Tiburón
Construida en 1990, la edificación original poseía solamente una recámara. Su nombre lo tomó en la primera ampliación, cuando los albañiles encargados de su construcción comenzaron a llamarle “el tiburón” a la fachada principal por su parecido a una boca del temible animal acuático. El diseño modernista orgánico, propio de Senosiain, crea un espacio lleno de colores que evoca las formas de la naturaleza y escapa de la geometría de la arquitectura común.
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El uso ritual de drogas en la modernidad se sustituyó por su consumo recreativo. La alucinación pasó de ser un viaje sobrenatural que explicaba el orden de todas las cosas a una actividad con fines creativos, experimentales o simplemente lúdicos. Su redescubrimiento fue eclipsado por el auge que el LSD causó en Estados Unidos a mediados de los 60, que creó una pobre subcultura alrededor del hecho (usar drogas como experiencia y fin en sí), restando sus potencialidades transformadoras y creativas tanto artística como cultural y políticamente. La importancia de la psicodelia radica en la capacidad innata de romper con la mentalidad pragmática que llegó de la mano de la noción positivista del “progreso” y que por momentos intenta mostrarnos un mundo gris, ya revelado, donde nada queda por descubrir o imaginar.
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